He comprendido algunas cosas de suma importancia de trayecto
a la iglesia
Yo tengo fe, creo verdaderamente
en Dios como mi Padre, en Jesús como el hijo de Dios que dio su vida por mí,
creo como Einstein que hay dos formas de vivir la vida: 1. Como si todo fuera
un milagro 2. Como si nada lo fuera, del mismo modo que otros se debaten entre:
1. Todo fue creado o 2. Todo fue resultado de la casualidad.
Así que el problema existencial
no es si creo o no, es el temor a no creer. Si yo no creyese toda mi vida sería
una mentira pero no solo para mí, la crisis sería para todos. Yo vivo mi vida y
tengo el pleno entendimiento de la realidad de mi Padre celestial y su amor por
mí, entonces la posibilidad de la duda me trae sufrimiento, la posibilidad del
dolor me trae el dolor mismo tal como puedo sentir temor del temor en sí mismo.
La siguiente pregunta es
entonces: ¿para qué pensar en lo que no ocurre?, ¿para qué pensar en lo que no
es real en mi vida?, ¿para qué pensar en la posibilidad de la duda cuando en
realidad no dudo? Sé que son solo pensamientos que parecen reales por la fuerza
del temor a lo que ocurriría si la duda se volviese certeza.
Estas dudas me han llevado por un
camino prospero, soy un hombre de Dios diferente al resto, soy apologista y
ante la posibilidad de la duda me he armado para la batalla de la fe contra la
ciencia, el ateísmo y la incredulidad. El camino de la duda me ha llevado a la
comprensión de lo que significa, a profundidad, “ama a Dios con toda tu MENTE”.
Ahora sé que creer en mi Padre es en realidad sumamente RACIONAL.
Entonces, dado que mi vida es la
fe, la fe es mi respuesta a todo y ahora que sé que amo con el intelecto puedo
buscar el amar con todo mi corazón, con toda mi alma, esto es mi oración, mi
dedicación de tiempo a estar en Su presencia. Lo amaré también con todas mis
fuerzas al predicar su palabra con mi garganta y con mi testimonio vivo, con mi
labor misionera, con mi pasión puesta de manifiesto en físico tal como el
esposo da toda su pasión y ternura en un acto de amor que le deja sin fuerzas
porque se ha dado plenamente.
El cese de la duda está en la
oración, en Su presencia está el perdón que busco para mí mismo, el cese de la
hostilidad respecto de mí.
En todo esto hay un punto álgido,
se llama trabajo de grado de Trabajo Social. Mi mayor reproche esta en esto, la
ausencia de ese diploma, del respirar de ese papiro en la pared de mi corazón
mientras mis ojos lo ven en las paredes de mi casa. Ese diploma ausente es un
monumento a mi mediocridad, es un vestigio de culpa y es el recuerdo de mis
visitas al psiquiátrico por una falta de metas, por el temor a la adultez, a la
separación y al abandono. El ausente diploma es mi reproche a una etapa que
deje inconclusa del hombre que dije que sería, del hombre que me propuse ser y que no cumplí.
Ese hombre aun existe, ese hombre
es el hambre que siento por dentro de mi alma que la comida no sacia; el
ambicioso, el conquistador, el académico, en parte el arrogante que enseña a
otros.
Lagrimas hay aquí, el temor a la
duda manifestado en la duda misma como si fuese real, pero es una duda. Mis
acciones cotidianas y mis momentos más privados, no hace falta convencerme, yo
lo sé, yo creo en el poder de Dios mi Padre.
Mientras haya ancla de temor en el
pasado del pregrado, mientras el monumento este, entonces yo sé que me lo
reprochare en la astuta manifestación de lo que no puedo negar. El temor a
volver que hoy me lo planteo quizá como un “¿realmente alguna vez me fui?”
Como Superman en la película por
estrenar, puño en el frío suelo de un lugar de soledad donde el niño asustado
se hace hombre, el hombre que vive para servir. Despega partiendo el suelo,
atraviesa los cielos y pone el pecho a las balas, vuela, avanza, no
fragmentado, unido, integro, con puño
violento y agresivo a la mentira que oprime a otros, el hombre libre y
liberador.
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