martes, 16 de abril de 2013

The one text


He comprendido algunas cosas de suma importancia de trayecto a la iglesia

Yo tengo fe, creo verdaderamente en Dios como mi Padre, en Jesús como el hijo de Dios que dio su vida por mí, creo como Einstein que hay dos formas de vivir la vida: 1. Como si todo fuera un milagro 2. Como si nada lo fuera, del mismo modo que otros se debaten entre: 1. Todo fue creado o 2. Todo fue resultado de la casualidad.

Así que el problema existencial no es si creo o no, es el temor a no creer. Si yo no creyese toda mi vida sería una mentira pero no solo para mí, la crisis sería para todos. Yo vivo mi vida y tengo el pleno entendimiento de la realidad de mi Padre celestial y su amor por mí, entonces la posibilidad de la duda me trae sufrimiento, la posibilidad del dolor me trae el dolor mismo tal como puedo sentir temor del temor en sí mismo.

La siguiente pregunta es entonces: ¿para qué pensar en lo que no ocurre?, ¿para qué pensar en lo que no es real en mi vida?, ¿para qué pensar en la posibilidad de la duda cuando en realidad no dudo? Sé que son solo pensamientos que parecen reales por la fuerza del temor a lo que ocurriría si la duda se volviese certeza.

Estas dudas me han llevado por un camino prospero, soy un hombre de Dios diferente al resto, soy apologista y ante la posibilidad de la duda me he armado para la batalla de la fe contra la ciencia, el ateísmo y la incredulidad. El camino de la duda me ha llevado a la comprensión de lo que significa, a profundidad, “ama a Dios con toda tu MENTE”. Ahora sé que creer en mi Padre es en realidad sumamente RACIONAL.

Entonces, dado que mi vida es la fe, la fe es mi respuesta a todo y ahora que sé que amo con el intelecto puedo buscar el amar con todo mi corazón, con toda mi alma, esto es mi oración, mi dedicación de tiempo a estar en Su presencia. Lo amaré también con todas mis fuerzas al predicar su palabra con mi garganta y con mi testimonio vivo, con mi labor misionera, con mi pasión puesta de manifiesto en físico tal como el esposo da toda su pasión y ternura en un acto de amor que le deja sin fuerzas porque se ha dado plenamente.

El cese de la duda está en la oración, en Su presencia está el perdón que busco para mí mismo, el cese de la hostilidad respecto de mí.

En todo esto hay un punto álgido, se llama trabajo de grado de Trabajo Social. Mi mayor reproche esta en esto, la ausencia de ese diploma, del respirar de ese papiro en la pared de mi corazón mientras mis ojos lo ven en las paredes de mi casa. Ese diploma ausente es un monumento a mi mediocridad, es un vestigio de culpa y es el recuerdo de mis visitas al psiquiátrico por una falta de metas, por el temor a la adultez, a la separación y al abandono. El ausente diploma es mi reproche a una etapa que deje inconclusa del hombre que dije que sería, del hombre que me propuse ser y que no cumplí.

Ese hombre aun existe, ese hombre es el hambre que siento por dentro de mi alma que la comida no sacia; el ambicioso, el conquistador, el académico, en parte el arrogante que enseña a otros.

Lagrimas hay aquí, el temor a la duda manifestado en la duda misma como si fuese real, pero es una duda. Mis acciones cotidianas y mis momentos más privados, no hace falta convencerme, yo lo sé, yo creo en el poder de Dios mi Padre.

Mientras haya ancla de temor en el pasado del pregrado, mientras el monumento este, entonces yo sé que me lo reprochare en la astuta manifestación de lo que no puedo negar. El temor a volver que hoy me lo planteo quizá como un “¿realmente alguna vez me fui?”

Como Superman en la película por estrenar, puño en el frío suelo de un lugar de soledad donde el niño asustado se hace hombre, el hombre que vive para servir. Despega partiendo el suelo, atraviesa los cielos y pone el pecho a las balas, vuela, avanza, no fragmentado, unido, integro, con  puño violento y agresivo a la mentira que oprime a otros, el hombre libre y liberador.

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