Todos tenemos faltantes, todos tenemos vacíos y un hecho positivo es conocerlos, porque entonces sabemos como llenarlos.
Cuando conocemos el hambre, "instintivamente" buscamos la comida
Cuando conocemos el sueño, aprendemos a dormir
Cuando nos sentimos solos buscamos compañía
Cuando crecemos buscamos intimidad.
Estos días recuerdo una tarde de paseo familiar; recuerdo a mi hermana y mi madre caminando juntas por un lugar del que solo tengo estos recuerdos por su relevancia. Mientras ellas caminaban mi padre y yo fuimos a una cancha de fútbol, me hice en la portería y el empezó a patear el balón para hacer goles. Tendría yo 9 o 10 años.
Papá quizá hizo unos cuantos pero no muchos. Después de algunos tiros empece a tapar sin error, empece a atajar cada disparo al arco. Fue la primer vez que jugamos fútbol él y yo y fue también la primer vez que no sentí temor de estar en el arco. Creía en mi padre, creía que no trataría de hacerme daño, de lastimarme. Mi fe era acertada, no sentí dolor alguno, sus disparos eran suaves, mis manos detuvieron el balón sin problema y luego un pensamiento arruino el momento "mi papá no lanza de verdad, obviamente me está cuidando, obviamente esto es un juego".
Al regreso en el carro, le comentaba a mi mamá con asombro las hazañas del hijo portero y yo pensaba "la típica mentira piadosa", la típica frase "mi hijo es el mejor".
Ya en casa, con todos dormidos me levante al baño y lo escuche hablar con mi madre diciendo "me sorprendió, gradualmente subí la fuerza de los tiros hasta que llegue a usar toda la fuerza y él atajo todos esos disparos, en verdad que sabe tapar, es un niño pero tapo lo mismo que le lanzo a mis amigos en los partidos del barrio, me impresiono". Escuchar eso también me impresionó a mi.
Algún tiempo después ante mi absoluta ineficacia para ser delantero, goleador...central, capitán lateral...marcador, defensa...arbitro...aguatero...porrista, recordé esta vivencia y me hice portero del equipo del barrio. Jamás fui infalible pero si fui uno de los mejores porque cada vez que alguien disparaba recordaba a mi papá y sus fuertes piernas que no pudieron lastimarme.
Mi padre fue la diferencia entre el temor que paraliza y el temor que te hace sentir deseoso de ir mas lejos.
Hoy camino a lugares en los que mi padre no puede guiarme, ando por caminos que él no recorrió, transito experiencias en que sus experiencias no aplican y eso me atemoriza. Su consejo no está aquí pero su carácter si. Mi próxima victoria la dedicaré a él, al hombre que me enseño a ver los balonazos mas fuertes como los disparos de un niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario