El segundo punto es quizá más profundo, intenso, infalible e inamovible; para ese entonces yo estaba profundamente enamorado de una joven: hermosa, chiquita, bellísima desde lo profundo de su alma, siempre viendo la bondad en los demás y viendo además la vida como la posibilidad de disfrutar de los amigos, los abrazos, los besos y la vida en sí misma, la vida indefinible y solo vivible.
Además Dios llenaba todas mis espectativas, mi vida era la promesa de algo grande, admirable, yo era todo menos pequeño o menospreciable, mi futuro era la cubierta de una película con mi rostro al poniente y los rayos del sol tras las nubes resplandecientes a mi alrededor, también era el luchador anónimo, grande entre grandes que se reunía en medio del bosque a destruir el mal en el mundo.
La psicosis de mi amiga no podía ser real porque sencillamente no me daba la puta gana de que lo fuera, el mundo y yo el el éramos demasiados sensacionales como para aceptar la idea de ser un invento.
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